martes, 20 de septiembre de 2011

El malestar del día a día


Las corridas, la tele, la compu, el colegio, la facu o el trabajo, las cuentas, los horarios… y pasan los días… y siguen pasando. Uno no se da cuenta y las cosas se van dejando pasar… 

Hasta que aparece algo que conmueve, que estremece y ya nada vuelve a ser igual. Una pérdida, un cambio en la vida –aunque sea un cambio positivo-, alguna pelea que se vuelve insoportable. Y uno se encuentra parado, sin poder moverse, sin saber qué hacer. Se intentan respuestas, caminos, salidas, pero sin resultados. 

O puede ocurrir que no hay algo específico que aturde, sino que es el mismo malestar que va aumentando cada vez más y casi sin que uno se dé cuenta, se vuelve insoportable: un ritual -que si no se hace- aparece una angustia desconsoladora, un malestar que se manifiesta en el humor y la gente se aleja, una sensación de que nada tiene sentido, el ¨¿Para qué hacer las cosas (estudiar, trabajar)?¨, el repetir siempre lo mismo esperando resultados diferentes, o cuando los límites se dejaron de establecer con los chicos (y no tan chicos) y la situación llega a estar descontrolada. 

Uno no se detiene mucho a pensar… el estar metidos dentro de una sociedad, una cultura que nos da muchas cosas, pero por la cual tenemos que ceder. Esto es así desde el principio: cuando una criatura nace, solo le importa su satisfacción: estar alimentado, abrigado, cuidado. Pronto se da cuenta que esto es gracias a los padres. Y cede para no perderlos, cuando le piden que haga caso, que controle esfínteres, cuando imponen tiempos. Los padres le están dando un marco para incluirlo en la cultura, pero para el niño, se vive como una declinación de su satisfacción por un bien mejor. Y a medida que crece, van apareciendo más códigos que respetar, más horarios, más obligaciones (el colegio, estudiar, elegir una opción vocacional, más tarde trabajar). ¿Qué pasa cuando ante eso que piden los padres y la cultura es mucho para una persona, para un sujeto en particular? ¿Cuándo lo que el pequeño escucha se vuelve absoluto, es todo o nada? ¿Qué pasa cuando ese pequeño crece, es un adulto y encuentra que fue dejando pasar muchas cosas, muchas partes de su ser para encajar, para ser parte? 

La angustia surge y de distintas maneras: como miedos, inhibiciones, síntomas, enfermedades. Es uno mismo quien tiene que buscar la forma de pertenecer a una cultura sin que signifique ceder lo autentico de cada uno. 

Cuando no hay un equilibrio entre lo que uno desea y lo que siente que es demandado, cuando hay dificultades para pertenecer sin sentir un abrumador malestar, se tiene que buscar un tiempo y un espacio para ubicarse. A veces, ese tiempo y espacio se da con un profesional que está dispuesto a escuchar. 



Lic. Lorena Estevez

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