Cuando el miedo se enlaza a un objeto específico se la pasa a llamar Fobia: claustrofobia, agarofobia (fobia a los lugares públicos), rupofobia (a la suciedad), zoofobias (a los animales), a volar, etc.Hay veces que la angustia va más allá. No solo inhibe, sino que se transforma en un estado generalizado agudo y profundo. En todo momento hay una sensación de malestar, pero ocurriendo picos de gran ansiedad: súbitamente se siente atemorizado, de forma abrupta, es una sensación que invade a la persona. Pueden aparecer sensaciones corporales como palpitaciones, sensación de presión alta, sudoración, dificultad respiratoria, nauseas, vómitos. También tienen un correlato psicológico: sensación de irrealidad y desconocimiento, sensación de volverse loco o de morirse. En este caso la psiquiatría lo diagnóstica como ataques de pánico.
En todos estos casos, la psiquiatría ubica los síntomas, pone un nombre de enfermedad y de acuerdo a eso, el médico indica la medicación. Esto puede calmar los síntomas. Hay veces que esto no es suficiente.
El ser humano no solo es cuerpo fisiológico, y la psicología tiene para decir sobre estos fenómenos. Todas las situaciones mencionadas tienen en común un desarrollo de angustia importante en la persona que padece, que se encuentra solo frente al desamparo. La angustia es el miedo pero sin causa aparente, no se sabe a qué se le teme, ni que causa y desencadena este malestar. El miedo se siente, cuando frente a una situación de peligro, se hace una evaluación de la situación y los recursos propios resultan insuficientes. Esto resulta traumático. Entonces, la angustia, ataque de pánico, ansiedad ¿ante qué sensación de desvalimiento suceden? ¿Cuáles son los recursos que no alcanzan, o que al menos se deberían tener? Evitar solo hace que estos “episodios” o malestares se fijen aún más.
Esa “evaluación” negativa se la puede entender como resultado de postulados (creencias) erróneos aprendidos que funcionan de manera automática, y la terapia apunta a “desentrenar” estos patrones de comportamiento. Muchas veces, hay cosas que nos inculcaron desde chicos y hay que revisarlas. Pero hay veces que esto no es suficiente.
Cuando además hay enraizados conflictos profundos ajenos a la conciencia, es necesario meterse con la singularidad de aquel que está sufriendo y de cómo -ya sea- los postulados, las frases aprendidas, las experiencias sufridas, los traumas o las idas de la vida, afectan de una manera muy particular y singular a la persona que padece. Es por medio de la relación con un terapeuta dispuesto a ayudar y escuchar, que tienen que decirse con palabras lo que aflora en el cuerpo.
El cuerpo hace sede de toda la angustia que no se entiende. Tratar de ubicar algo del sujeto es una manera para que lo que le está pasando, pase pero por otro lugar, de otra manera. Es la persona quien tiene que desentrañar que es lo que no puede enfrentar y, en caso de ser necesario, reorganizar, aumentar, mejorar sus recursos disponibles.
Lic. Lorena Estevez
En todos estos casos, la psiquiatría ubica los síntomas, pone un nombre de enfermedad y de acuerdo a eso, el médico indica la medicación. Esto puede calmar los síntomas. Hay veces que esto no es suficiente.
El ser humano no solo es cuerpo fisiológico, y la psicología tiene para decir sobre estos fenómenos. Todas las situaciones mencionadas tienen en común un desarrollo de angustia importante en la persona que padece, que se encuentra solo frente al desamparo. La angustia es el miedo pero sin causa aparente, no se sabe a qué se le teme, ni que causa y desencadena este malestar. El miedo se siente, cuando frente a una situación de peligro, se hace una evaluación de la situación y los recursos propios resultan insuficientes. Esto resulta traumático. Entonces, la angustia, ataque de pánico, ansiedad ¿ante qué sensación de desvalimiento suceden? ¿Cuáles son los recursos que no alcanzan, o que al menos se deberían tener? Evitar solo hace que estos “episodios” o malestares se fijen aún más.
Esa “evaluación” negativa se la puede entender como resultado de postulados (creencias) erróneos aprendidos que funcionan de manera automática, y la terapia apunta a “desentrenar” estos patrones de comportamiento. Muchas veces, hay cosas que nos inculcaron desde chicos y hay que revisarlas. Pero hay veces que esto no es suficiente.
Cuando además hay enraizados conflictos profundos ajenos a la conciencia, es necesario meterse con la singularidad de aquel que está sufriendo y de cómo -ya sea- los postulados, las frases aprendidas, las experiencias sufridas, los traumas o las idas de la vida, afectan de una manera muy particular y singular a la persona que padece. Es por medio de la relación con un terapeuta dispuesto a ayudar y escuchar, que tienen que decirse con palabras lo que aflora en el cuerpo.
El cuerpo hace sede de toda la angustia que no se entiende. Tratar de ubicar algo del sujeto es una manera para que lo que le está pasando, pase pero por otro lugar, de otra manera. Es la persona quien tiene que desentrañar que es lo que no puede enfrentar y, en caso de ser necesario, reorganizar, aumentar, mejorar sus recursos disponibles.
Lic. Lorena Estevez
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